lunes, 30 de septiembre de 2013
La fortaleza vacía.
El cerebro es nuestro principal órgano, sin él no somos lo que somos. Si al lector
le faltara una pierna, un brazo, seguiría siento él mismo, más aún un órgano tan connotado con lo romántico como el corazón, puede ser, llegado el caso, reemplazado sin que se alteren los sentimientos del poseedor, lo mismo el hígado, los riñones, etc.; pero si nos quitan nuestro cerebro, aunque fuera posible (tecnología de trasplantes mediante) cambiar nuestro cerebro por otro, ya no seríamos nosotros mismos sino el otro.
Nuestra identidad es la conciencia del sí mismo que tenemos mediante una particularidad del cerebro, la conciencia es una propiedad emergente del cerebro, y ella es posible porque nuestro cerebro, en la medida en que se desarrolla nuestra vida, teje una red neurosemántica que nos constituye y da forma y contenido a nuestro aparato psíquico.
Por lo tanto existen dos propiedades de la vida psíquica que son fundamentales para la identidad de cada una de las personas, la memoria y la experiencia.
La memoria es una de las funciones más importantes del cerebro, es un fenómeno psíquico que permite al organismo codificar, almacenar y evocar la información del pasado. Para que exista memoria deben existir conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, esto es lo que se llama redes neuronales.
La memoria almacena las experiencias, pero ese almacenamiento no es mecánico, cuando guardamos una experiencia, lo hacemos mediatizado por el entorno situacional en el que la experiencia se ha realizado, y con la influencia de nuestros parámetros psíquicos que se corresponden con otras experiencias anteriores, además de las actuales, cuando evocamos esa experiencia ocurre el mismo proceso, por lo que lo que evocamos es solo parcialmente igual a lo que guardamos y a lo que experienciamos.
Además de nuestra mochila biológica, somos también lo que nuestras experiencias nos indican en función del ecosistema en el cual participamos.
Para complejizar más aun esta cuestión, debemos considerar que las “nuestras” experiencias no nos pertenecen en forma monopólica, las mismas son parte del entramado social en el que nos desenvolvemos y pertenecen también (aunque sea en parte) a quienes comparten con nosotros nuestra vida cotidiana, y no solo desde la proximidad física, sino también desde un entorno mediatizado, por ejemplo quienes participan de los programas de T.V. que miramos interactúan con nosotros y dejan su huella (pequeña o grande) en nuestra conciencia, en nuestra cosmovisión.
Pero además de ser el órgano más importante de la vida humana el cerebro es ante todo eso, un órgano, y por lo tanto puede ser moldeado por diferentes medios, como la educación, la disciplina, el miedo, etc., es por ello que el mismo debe ejercitarse.
Para poder discriminar sobre lo propio y lo extraño, lo que nos conviene y no nos conviene, sobre los valores que debemos asumir y rechazar, el cerebro cuenta con una herramienta fundamental, la capacidad crítica y reflexiva.
La capacidad crítica y reflexiva constituye la función de la propiedad emergente del cerebro, la conciencia, de poder discriminar las diferentes informaciones que ingresan en nuestro campo experiencial y poder tomar decisiones.
Pavlov, decía que nacemos con lo que él llamaba “reflejo de investigación”. Somos ante todos seres curiosos, interesados por conocer el medio en el que habitamos. Si uno observa un niño verá que explora todo, que es un investigador nato. El niño utiliza todos sus sentidos para reconocer el mundo que lo rodea, mete sus deditos en cualquier lugar, se lleva a la boca todo lo que encuentra, siente curiosidad por todos los sonidos que escucha, huele las flores y trata de identificar todos los olores y mira atentamente a todo su entorno.
En la medida en que un niño adquiere el lenguaje comienza a utilizar esta nueva herramienta como un elemento de conocimiento. En la infancia el juego y el lenguaje constituyen dos sistemas privilegiados de investigación y aprendizaje.
El niño interpela al adulto en forma permanente y a medida en que transcurren los años esta interpelación se vuelve más aguda, más inquisitiva.
La primitivas explicaciones que los adultos damos ya no conforman al infante que pone de manifiesto nuestras contradicciones, nuestros desconocimientos, no en vano se dice que a la edad de los porqué en los niños, empieza la edad de los no sé qué de los adultos.
La capacidad crítica e investigativa de los niños choca con los intereses de los adultos que comienzan a perder el lugar del imaginario del saber que han construido y en lugar de buscar el conocimiento, una respuesta fácil de la pedagogía familiar es la represión del niño, son frecuentes expresiones como “eso no es cosa que deban saber los niños”, “cuando tengas edad te lo voy a explicar” o el clásico “dejá de hinchar y andá a jugar”.
La escuela viene a completar este meticuloso trabajo de desmontaje de la capacidad crítica y reflexiva, con frases acabadas, conocimientos que son válidos porque los dice la maestra, que a la vez los repite de un manual, con una disciplina que castiga al sujeto que cuestiona el saber establecido y premia a aquel que se somete a las demanda de la pedagogía autoritaria, para la cual la crítica es un enemigo mortal, se va moldeando el sujeto pasivo, en una palabra un sujeto que es un objeto.
La persecución de la capacidad crítica y reflexiva no es solo una acción instrumental que se orienta a sostener un cierto lugar de saber de los adultos, tiene un sentido ideológico muy profundo. En el capitalismo es necesario desarrollar un tipo de subjetividad que inmunice al trabajador, al estudiante, en definitiva a todos los sectores oprimidos por el sistema para que no se rebelen en contra del mismo.
De lo que se traba es que aprendamos a obedecer mecánicamente a aquellos que la sociedad inviste con el poder de manipularnos. Los padre en primer lugar, los maestros luego, los empresarios y gobernantes finalmente.
Se trata de lograr que no nos preguntemos porque un cura puede determinar lo que debemos o no debemos hacer, porque debemos obedecer a un policía aunque este sea corrupto, porque no podemos tomar decisiones en el trabajo sin consultarlas antes con los jefes, dueños etc., porque debemos repetir los conceptos que nos enseñan maestros y profesores en las escuelas y universidades sin cuestionar ese saber.
A veces nos enfrentamos a frases sin sentido como “esto es así porque es científico”, como si la ciencia fuera infalible, o “debés hacer esto porque así lo manda Dios” como si Dios hubiera hablado (en caso de existir) de ello con quien nos lo dice.
Todos los conocimientos existentes, todas las conductas imperantes, tienen una contraprueba fáctica que las anula, y aceptarlas o no es una cuestión de cada uno en base a su capacidad de ejercer la crítica y tomar decisiones. Por ejemplo, vivimos en un país monógamo, la poligamia es un delito, sin embargo existen mucho países que son polígamos, muchos de los conocimientos de los que hoy nos reímos, vg que la tierra es el centro del sistema planetario, llevaron a la hoguera a los que en otros tiempo negaron ese aserto “científico”.
A veces aceptamos mandatos que son ridículos, como por ejemplo en Texas (EE.UU) la homosexualidad es un delito, otros mandatos que dependen de donde estamos, como por ejemplo podemos estar desnudos en una playa delante de muchas personas, pero no podemos hacerlo a dos metros fuera de la playa.
Volviendo al comienzo, decíamos que la capacidad crítica y reflexiva la perdemos los seres humanos cuando no la ejercitamos o cuando claudicamos ante el poder que nos amenaza si realizamos su ejercicio. El niño, que, para sacar una mejor nota, o para no ser castigado calla ante sus maestros o sus padres, estará aceptando un modelo de conducta que lo llevará a someterse en la vida futura, que en definitiva es la subjetividad que mejor le viene al sistema capitalista.
En cambio el niño que aprende a cuestionar en la escuela, será luego un sujeto que intentará ser escuchado en otros ámbitos, es por ello que la educación (familiar y social) adquiere una importancia fundamental, tanto para desplegar las potencialidades criticas del sujeto como para convertirlo en un sujeto pasivo que se somete al poder de turno.
En nuestra próxima entrada trataremos de analizar como los medios han cumplido el rol de domesticación del ciudadano y como bajo el sistema capitalista esta función se ha hecho más importante, por lo que los burgueses han entendido que es necesario que haya libertad de prensa (para los dueños de los medios de prensa) y no libertad de expresión para todos.
Hasta la próxima
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